lunes, 10 de noviembre de 2008

Diáfora

Debo escribir cómo surgió Diáfora —la revista, la editorial, el grupo—, ahora que se cumplen diez años de que apareció el primer número de esa pequeña publicación que presentamos en el Café Brasil. De la primera época de la revista Diáfora aparecieron seis números. No obstante su tamaño y su perfil modesto, publicaron en ella autores autores como Eugenio Montejo, Ernesto Lumbreras, Francisco Magaña, Raúl Renán, Humberto Martínez, Ricardo Yáñez, Jeannette Lozano, Margarito Cuéllar, Sergio Cordero y tantos otros. Además, como un plus, el periodista José Garza dio el adelanto de dos entrevistas: una a Camilo José Cela y otra a Tomás Segovia.

Pero debo también contar la historia. A principios de 1997 recibí dos invitaciones para dirigir talleres literarios. Una de Gerardo González, quien estaba en Cultura del municipio de Guadalupe, y otra de Alejandra Rangel, quien presidía Conarte. Después de unas pocas semanas, dejé el taller de Guadalupe. Sólo tenía dos participantes: Eliud Martínez y César Máximo Arias. No alcancé a despedirme de ellos. El taller de Conarte tuvo su ubicación en Santa Catarina, donde Margarito Cuéllar dirigía el departamento municipal de Cultura, y duró siete meses, digmos que la primavera y el verano de ese año. Cada sábado asistían entre ocho y diez interesados en la escritura. En otra ocasión hablaré detalladamente de este taller, de este grupo y de esta época. Lo importante vino después, un día después de sesionar nos fuimos a la Feria del Libro, me acompañaban, entre otros, Carlos Moctezuma y Antonio García, y nos encontramos a Eliud y a Max. Se renovó, por así decirlo, la amistad, y después de varios encuentros y de que terminó mi contrato en Conarte, nos organizamos para seguir el taller de manera independiente, ahora sesionando en un café.

No todos siguieron pero se sumaron otros y así nació en febrero de 1998 el célebre taller literario que me ocupó ese año y del que surgieron muchos de mis mejores amigos. La mayoría de los integrantes no había publicado nada. Querían ver su nombre impreso. Pero también queríamos justificar el trabajo que hacíamos, por lo que planeamos una revista. Con un apoyo de Financiarte, y con la ayuda de Erasmo y de Hernando Garza, desarrollé el proyecto de Diáfora en tamaño cuarto de carta. Muchos simpatizaron con el proyecto. No diré quiénes lo criticaron. Entre quienes me apoyaron debo mencionar, especialmente, a Humberto Martínez, a Armando Joel Dávila, Erasmo Torres y Margarito Cuéllar. Comentario aparte merece Alfonso Reyes Martínez quien, apoyado en Tono Leal, hizo el diseño de las portadas.

Pasaron los años y la mayoría de los integrantes de ese taller que hicimos la revista Diáfora nos seguimos reuniendo. Por un lado, como grupo de amigos, y por otro, en el caso de Erasmo, Tono y yo, como socios de un despacho editorial. Los tres empezamos a trabajar juntos en la producción de publicaciones, primero sólo en la fase de preprensa, y a partir del 2003, como impresores. Adquirimos un equipo elemental, conseguimos un buen impresor y empezamos la aventura de dedicarnos al terrible oficio de "hacedores de libros". En el último tercio de 2004 Carmen Alardín —mi maestra, mi hermana, mi amiga— tenía necesidad de publicar un libro y nosotros la necesidad de surgir como editorial. Salió entonces el primer título de la editorial Diáfora. En la primavera de 2005 diseñé la colección Atajos, con el libro Miel de Mariana Pérez-Duarte. En 2007 esta colección creció con dos títulos más, uno de Margarito y otro mío, y en este 2008 espero salgan de imprenta dos más, uno de Renato Tinajero y otro de Gerardo Ortega, que estamos haciendo en coedición con la UANL. A estos libros deben sumarse el Texto a texto de Humberto Martínez y la novela juvenil Lani, la princesa gitana, de Yolanda Chapa. Para el próximo año hay cuatro originales en espera.

Quiero agradecer ahora a todos los que han participado en Diáfora para que sea más que una palabra, una idea, un proyecto, porque aquí he encontrado mi lugar, mi ocupación, mi familia.

sábado, 25 de octubre de 2008

Una mesa para conversar

Zaid dice que cultura es una conversación. Un intercambio de saberes y dudas, de reflexiones y descubrimientos. Más allá del hogar pero antes o después de la ocupación que nos da un salario existe un lugar que algunos necesitamos. Podría ser un café. Pienso que lo más adecuado es llamarlo una mesa alrededor de la cual personas que no siempre tienen que ser amigos ponen sus cartas abiertas sobre éste o aquel tema. En esta noche de octubre abro las sesiones de esta tertulia, que en su primera fase creo será mi diario público, pero conforme alguien se anime, se convertirá en una mesa de conversación.