lunes, 6 de julio de 2009

La luz y el muro

Esta tarde me entregaron mi libro denominado así que lleva los sellos de la UANL y Aldus. Se trata de un volumen de poemas que he coleccionado desde hace varios años. No creo ser el indicado para hablar de mis escritos, sólo quiero dejar la noticia de que a partir de hoy La luz y el muro caminará entre los estantes de algunas librerías y, espero, ocupará la lectura de mis amigos.

Para mí es significativo que en este día me lo hayan entregado, hoy que mi padre hubiera cumplido años. Dejo para el lector interesado unos cuantos textos que componen la primera parte del libro:

La luz y el muro

La sombra crece
con paciencia de piedra.
Nadie detiene su dureza de horas.
En la noche pierde sonidos,
sobre el muro alguien dispara
una metralla de palabras.

***

Aquel muro al fondo del patio
ya no es el límite
sino el espejo oscuro
de quien no sabe si el patio termina
donde empieza la piedra.

***

No pregunten por qué sin saber el nombre de las cosas recibí la encomienda de enumerar lo que veía. Pasó inadvertido para mí lo importante. Acaso nada sucedió y tengo ahora que inventar recuerdos, buscar entre cenizas lo que ya no veré.
***

Muro de horas

Lo más difícil es caer entre dos palabras,
ser aceptado por sonidos distintos,
conjugar entre dos significados.

La sombra de ese árbol pasa el día indecisa
si traspasa o no ese muro
cuando llega la noche y se da cuenta
que nada importa.

Ni la sangre que lastima las sábanas blancas de los enfermos,
ni las luces de un trailer en la carretera a media noche,
ni la publicidad de los panorámicos,
nada es más llamativo y lastimoso
que el seguir dando vueltas al molino.

Un día, sin saber por qué, preguntas
por cuál resquicio ingresó la tarántula,
cuál orificio eligieron las hormigas,
en dónde se escondió el escorpión,
cuándo dejó la víbora su piel
entre las hojas de tu diccionario.

A qué horas pusieron mi alma en venta
en la subasta de enseres usados.

Quién, preguntas, buscas, quién
dejó crecer la yerba en este rincón de la memoria.

Te has topado con ese muro de horas,
es invierno y un dolor de astillas se aloja en tus huesos.

***

Recolecto pequeñas piedras,
cansadas palabras caídas de algún libro
que no llegaron a la imprenta.

Recolecto guijarros de colores,
alientos y saliva endurecidos
que no encontraron labios afines.

Recolecto fragmentos que en otro tiempo
fueron instrumentos del amor,
gotas de espera, cabello de paradojas,
ceniza de abrazos...

Recolecto adjetivos, papeles olvidados durante la procesión.

En mi bolsillo caben los adjetivos del mundo.

Soy el adjetivo que me encuentro,
la palabra que me bautiza en la calle.
***

En espera del invierno

Es posible me vuelva loco
si continúo sin parar
evadiendo las giratorias líneas
que buscan mis pisadas,
como las sombras buscan a su cuerpos.

Es posible que ni entre
al vestíbulo del laberinto,
ni que tampoco salga
indemne cuando embista
el toro de las deudas.

Es posible que mi voz se disuelva
en el solemne caracol del oído
si digo sin parar la misma historia,
la misma crónica
del último inquilino de las penas.

Pero quizá nada me sea posible
y jamás me acerque
a la playa donde cantan las sirenas,
ni ensuciará mis pies
el polvo perfumado del olvido,
y aquí me quedaré
como esperan el invierno
los suicidas y enfermos terminales.

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